La exposición
“El maíz es arte”
es una iniciativa de los autores que se vincula dentro del Proyecto
Maíz, proyecto multidisciplinar presentado a la Mancomunidad del Nansa
el pasado año 2010 y que tuvo una buena acogida entre los órganos
directivos de la misma.
Se trata de una exposición didáctica, en la que se visualizan y proyectan
estéticamente los usos que pueden darse a la planta del maíz y sus
derivados, y en la que se trata de rendir sendos homenajes a las
poblaciones originarias de esta gramínea, hablar de su biodiversidad, y
sobre todo, entender cómo llega a nuestro país, de dónde llega, cuándo
llega y por qué se queda entre nosotros, y la importancia que significa.
Está comúnmente aceptado que fue a lo largo del
siglo XVII cuando se extendió el cultivo de este cereal a todo lo largo de
la cornisa Cantábrica. Así aparece documentado.
Empezó entre Asturias y
Galicia, hacia 1605, y se fue propagando al resto de la zona norte, de
forma generalizada, entre 1620 y 1650. Es a partir del siglo XVIII cuando
se extendió de forma intensiva su cultivo, desplazando gradualmente a
todos los cereales panificables: trigo, escanda, mijo y centeno.
Según Casado Soto, “el cultivo del maíz en Cantabria se inició con
intensidad en los primeros años del siglo XVII, en torno a los puertos
marítimos, extendiéndose rápidamente su plantación a todo lo ancho de la
rasa litoral, a la vez que penetraba por los valles más transitados, como
fue el caso de Villacarriedo y Toranzo”.
(1)
A través de los inventarios notariales de la época, conocemos que en los
años 80 del siglo XVII más del noventa por ciento de las existencias de
cereales panificables en las despensas eran de maíz.
Lo que no deja lugar a dudas son las respuestas en el Catastro del Marqués
de la Ensenada, realizado setenta años más tarde, hacia 1750. En el mismo
se recoge que, en todo el valle del Nansa, desde Val de San Vicente hasta
Polaciones se cultivaba exclusivamente maíz, salvo en este último
municipio que alternaba con trigo y centeno.
La pronta implantación y los elevados rendimientos del maíz durante el
siglo XVII propiciaron una modificación en los hábitos alimenticios de la
población campesina, la transformación del paisaje agrario, el probable
saldo positivo de la población en
Cantabria, la aparente ausencia de epidemias catastróficas a diferencia
del siglo precedente y sobre todo un proceso acumulativo que propició la
actividad constructora en torno a las iglesias, ermitas y casonas.
Estos efectos positivos, extrapolables a toda la cornisa Cantábrica, debía
conocerlos bien el erudito español, que vivió gran parte de su vida en
Galicia, el padre benedictino Fray Sarmiento, quien escribió: “mas
útil ha sido para España la primera espiga de maíz, que se ha traído de
América para ser sembrada, que todo el cerro de Potosí”.
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1.
Casado Soto, JL. Notas sobre la implantación del maíz en Cantabria y la
sustitución de otros cultivos. Santander 1985. Pág.167. Centro de
Estudios Montañeses.
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